27 de marzo. Un día juntos...
Pero empecemos por el principio:
Ayer, a las siete y cuarto de la mañana, sonaba el despertador. ¡Llegó el gran día! Por fin, después de muchísimo tiempo, íbamos a convertirnos en familia de cuatro miembros.
Ducha rápida, desayuno ligero y corriendo al lobby del hotel, que N. nos espera para ir al Registro Civil. A las nueve y media nos veremos por primera vez.
N. ha reservado un taxi de siete plazas, para que podamos volver todos juntos, que ya está en la puerta del hotel, así que, con la emoción de compañera de viaje, ponemos rumbo al Gran encuentro.
Apenas veinte minutos después, y tras muchos cambios de sentido “legales” que en España hubieran puesto en alerta hasta a los GEOS, llegamos a un edificio de un par de plantas custodiado por dos policías. N., precediendo la marcha, nos guía hasta una sala presidida por una gran mesa en el centro; unas veinte sillas de piel en negro mate la rodean; al fondo, muchas banderas representan distintos países; adosadas a las dos paredes restantes, al menos quince sillas a cada lado donde una familia americana acaba de conocer a su nueva hija. Nos sentamos a continuación, a esperar la llegada de Y., que se va a retrasar un poco.
Para hacer tiempo, N. nos propone ir rellenando documentación. Sin embargo, cuando apenas he escrito un párrafo, N. dice: “Ya viene”. Es el momento. Todo se para. Me levanto de un salto y miro a la puerta esperando su entrada y, de pronto, cuatro mujeres sonrientes empujan a una tímida Y. que mira todo con expectación. Sin poder evitarlo, comienzo a llorar, soltando toda la tensión que he acumulado durante tantísimo tiempo.
Y, como en la adopción de D., el resto del tiempo que pasamos en el Registro Civil, lo guardo para nosotros.
Solo diré que Y. estaba muy nerviosa y asustada, y que con el único que congenió desde el primer segundo fue con su hermano.
Tras dos horas intentando una habituación a su nueva familia, intercambio de regalos, fotos y direcciones de correo, las cuidadoras de Y. y la directora del orfanato comienzan la despedida. Para ellas es duro también. Han sido siete años criando, educando y queriendo a la pequeña Y. Sin embargo, se comportan como auténticas campeonas, intentando que todo sea natural y divertido para ella. Mas es difícil que una separación de este tipo, para una niña pequeña, se convierta en un acontecimiento feliz…
Gracias a la intervención de N. todo es un poco más sencillo. La comunicación es un elemento imprescindible para que los vínculos se establezcan y, en nuestro caso, por más que lo intentamos nuestra pronunciación es tan terrible que nadie es capaz de entender lo que decimos. Pero N. está siempre ahí para echarnos una mano. Por ella es por quien come un poquito y por quien acepta echarse una siesta en nuestra habitación.
El despertar es más sencillo y, tras un momento de juego con las cositas que traemos, nos vamos los cinco en busca de un fotógrafo que nos saque una foto de familia, necesaria para acudir mañana al Registro Civil a formalizar los trámites de adopción.
De vuelta al hotel, realizamos unas compras sencillas: fruta, zumos y galletas para tener en la habitación y poder merendar estos días.
Y. está cansada y nosotros también. Así que una cena ligera después, a las ocho estamos todos durmiendo.
Mañana será otro día.
He llorado leyéndote. Cuánto amor. Felicidaees, familia.
ResponderEliminarQué ganas tenemos de verla ya en persona!!! Queda menos.
ResponderEliminarNieves y Carlos
Muchas felicidades!!!!! Me alegro muchísimo.
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