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jueves, 29 de marzo de 2018

SEGUNDO DÍA EN FAMILIA

27 de marzo:

Esta mañana nos hemos despertado a las siete y cuarto, porque a las ocho habíamos quedado con la guía en el comedor. No nos fiamos mucho de la reacción de Y. durante el desayuno y no queremos arriesgarnos a montar ningún espectáculo.

Después de la experiencia de ayer, yo he decidido que me acercaré a ella lo justo. Necesita espacio para aceptarme y tiempo para asumir su nueva situación, así que hoy es un día tan bueno como cualquier otro para comenzar a darle las dos cosas. Por eso, me quedo en segundo plano mientras Marcos y D. sacan todo su encanto a relucir y consiguen que salgamos de la habitación sin incidentes.

Una vez en el comedor, con N. prestándonos toda su ayuda y experiencia, el desayuno transcurre sin problemas y llegamos al Registro Civil para formalizar la adopción. Pasamos más tiempo esperando nuestro turno que, de nuevo con las banderas de fondo, prometiendo cuidar de Y., brindarle todo nuestro amor y cariño y no haciendo distinciones entre nuestros, ahora sí, dos hijos. Tras esto, foto de familia y a la calle.

Como estamos muy cerca, dando un paseo llegamos al Lago Oeste, paraje espectacular donde los haya con más de tres kilómetros de agua dibujando el horizonte, montones de barquitas haciendo las delicias de los turistas y coquetas pagodas salpicando el paisaje. No faltan artistas locales que buscan unas monedas practicando escritura y pintura en el suelo, armados solo con un cubo de agua y un pincel de mango largo. Si alguna vez tuve una idea de lo que es el “arte efímero”, viéndolos trabajar me doy cuenta de lo certero que estuvo quien llegó a denominarlo así. Las notas de color vienen de la mano de señoras más o menos mayores que, ataviadas con trajes tradicionales y cargadas con infinidad de pañuelos de seda, hacen bailar a niños y mayores al son de la auténtica música china. Y como en esta cultura el sentido del ridículo no existe y lo que prima es dejar libre el espíritu, no falta quien, con absoluta concentración, permite a su alma volar en un canto a capella carente de todo pudor.

Y caminando entre sus gentes, nos damos cuenta de lo mucho que llamamos la atención pero, sobre todo, de lo exótico que resulta D. pues, en un momento, una mujer me pide permiso para sacarle una foto y, como si del anuncio de Donetes se tratase, salen cámaras por todas partes queriendo inmortalizar el paso de un niño negro por sus calles. D. que normalmente se muere de vergüenza en cuanto un desconocido le dirige más de dos palabras, en un instante se transforma y se siente como una estrella en estas tierras. Así que, luciendo su mejor sonrisa, posa para todos y hasta sostiene bebés, sin perder la paciencia. Un rato después y, aunque él parece contento al descubrir esta nueva faceta, la madre que hay en mí decide que ya está bien y, muy simpática yo y seguida del resto de la familia y N. comienzo a andar para alejar a los míos de la muchedumbre. Sin embargo, aquí nadie se rinde, no en vano son potencia mundial, así que, como el que no quiere la cosa, descubro que algunos acomodan sus pasos a los de D. y, disimuladamente, se retratan con él en un ir y venir de selfies. A él no le molesta y parece mucho más sencillo este método que el de posar y tener que ejercer de guardaespaldas. Total, ya nos dijeron que esto podía pasar…

Tras este derroche de simpatía, mi hijo necesita reponer fuerzas y, los demás, rehidratarnos, así que hacemos un alto en el camino y nos sentamos a tomar un refrigerio. Llega el momento de jugar y parece que para D. y Y. se ha abierto la veda: los hermanos hacen piña y empiezan a correr juntos, siguiendo los pasos de uno y de otra indistintamente. Al fin parece que Y. se relaja un poco… aunque no lo suficiente como para romper el hielo conmigo. No importa, solo llevamos veinticuatro horas juntas y tenemos toda la vida por delante.

Poco a poco, mientras disfrutamos de las risas de los peques, llegamos a un restaurante donde sirven el mejor pescado de la zona, según nos dice la guía. Y doy fe de que así es porque está todo buenísimo. Eso sí, agua caliente para beber… Nada mejor que mezclarse con la gente local para experimentar la cultura de un pueblo.

De nuevo en el hotel y tras un par de horas de siesta, Y. se despierta convencida de que toca marcharse al orfanato y muy decidida se viste, se pone el abrigo y se dirige a la puerta de la habitación. Marcos consigue convencerla y que, al menos, se quede cerca de nosotros, mientras D. y yo hacemos carreras con los cochecitos que se ha traído de casa. Un rato después, se une a nosotros y vuelve a hacer piña con D.

Aprovechado el buen humor que Y. parece tener en este momento, le hablamos de ir a la ducha y… nos encontramos con otro “no”. Pero, al final, Marcos consigue convencerla poniendo en marcha la táctica del “poco a poco”: cambiamos la ducha por un baño, le enseñamos cómo se va acumulando el agua en la bañera junto con la espuma, D. entra el primero y… Y. acepta el reto. Juegan en la bañera, se salpican, se ríen, se hablan y hasta accede a ponerse crema, imitando a su hermano. El momento es mágico y yo lo observo todo desde fuera, absolutamente feliz de ver cómo se va produciendo el cambio.

Tras la cena y la lectura de un cuento que Y. escucha con mucha atención, llega la hora de dormir.

Este intenso día ha terminado…

Buenas noches.

2 comentarios:

  1. Poco a poco, sí. Todo un acierto que D esté ahí porque parece que se entienden a la perfección.
    Besos a los cuatro.
    Nieves y carlos.

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  2. Que bien la complicidad de los hermanos. Que alegría!!

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