A pesar de que la playa nos ha sentado fenomenal, hemos descansado, vuelto con energías renovadas y con el moreno un poco más subidito, nos hemos encontrado con otro bache que amenaza con destruir el estado zen que estamos intentando implantar en casa.
En el buzón encontramos, por fin, la carta que estábamos esperando de Toledo, con fecha de salida de 10 de julio. Bien, es 18, por lo tanto, la ECAI ha de tener ya la copia. Entonces ¿por qué no nos han llamado? Vale, cojo el teléfono y hablo con ellos. No. No tienen constancia de que les haya llegado nada. Me piden que espere un momentito, van a comprobar. Pues vaya, qué raro, a nadie le suena haber recibido carta. "No te preocupes, a veces tardan un poco en llegar. Vamos a esperar esta semana y hablamos."
¡¡¡Puf!!! Que no me preocupe, como si una cosa así fuera lo más normal. ¿Cómo es posible que se pierda?
Al lunes siguiente llamo de nuevo. Nada. Ya empieza a ser extraño. Llaman a Toledo y me devuelven la llamada diciendo que la responsable está de vacaciones pero que vuelve el día 1. Quedamos en hablar para entonces.
Llega la fecha y llamo de nuevo a la ECAI. Hablo con M. y le cuento el problema. La palabra adecuada es FLIPA. M. flipa con esto. Queda en llamarme al día siguiente. Bien, esta mujer es de lo más eficiente. Si alguien puede sacarnos de aquí, es ella. Me devuelve la llamada un día después. Respiro tranquila mientras intercambiamos los saludos de rigor. Allá va: en Toledo no tienen ni idea de que ha pasado. ¿Lo peor? Que además de enviar la carta, enviaron nuestro expediente de adopción y... nadie sabe dónde está.
Missing, desaparecido, esfumado... llamadlo como queráis, pero en este punto es como si no hubiéramos empezado nunca la adopción en China.
Me gustaría llorar, gritar, romper cosas, destrozar vajillas completas y arrancarme el cabello como si me hubiera vuelto loca. Pero extrañamente me quedo paralizada y cuando cuelgo me aferro como puedo a las últimas palabras de M.: "No te preocupes que tu expediente aparece sí o sí".
Por la noche, en la cama, me planteo si el destino me ha llevado a China de nuevo porque alguien está sujetando el otro extremo de mi hilo rojo o, simplemente, se está echando unas buenas carcajadas a mi costa.
Cierto que el camino de la adopción no es fácil. Es duro, es empinado, es escarpado, es agotador, es moralmente destructivo. El proceso de mi hijo D. fue tres veces más largo de lo esperado. Tuvimos que lidiar con cambios de gobierno autonómico y general, además de con la muerte del Primer Ministro en Etiopía, entre otras muchas cosas, pero, al fin y al cabo, todo eran cosas susceptibles de ocurrir en cualquier país. Pero esto... Esto a lo que nos estamos enfrentando con China no tiene nombre.
¿Me estoy empeñando en algo que no puede ser? ¿Debería tirar la toalla y seguir tranquilamente esperando la llamada de la adopción nacional?
¡Qué rabia no tener forma de adivinar el futuro! Es cierto que si todo fuera fácil en la vida, esta no sería divertida. Pero qué ganas tengo de aburrirme hasta el hartazgo...